Aliyá, Yeridá


Aliyá y yeridá son dos palabras hebreas que sintetizan dos pilares fundamentales de la construcción identitaria del judaísmo y del sionismo: la nostalgia por la tierra prometida y el regreso a ella como una utopía sostenida a través de los siglos. Aliyá significa ascenso y yeridá descenso, pero históricamente se han usado para nombrar la inmigración a la tierra de Israel y la emigración o diáspora desde ella, respectivamente. A pesar de su vuelo metafórico, ellas tienen un correlato bastante concreto. Desde 1948, la aliyá refiere a la política del moderno Estado de Israel de atraer a los judíos del mundo para poblar su territorio o, más bien, los territorios que progresivamente ha conquistado en Palestina.

Aliyá, yeridá es el título de esta exhibición en la que Rafael Guendelman nos muestra algunos trabajos que forman parte de una investigación de largo aliento que tiene como punto de partida el archivo y la memoria de la familia paterna de Rafael. Ellos emigraron juntos de Chile a Israel en 1970 y terminaron volviendo por separado entre 1972 y 1992. Todo este proceso quedó documentado en cuadernos, fotografías, diapositivas y películas en formato Super 8. Esta documentación es la que emerge en esta obra, combinada con otros materiales fotográficos, audiovisuales y sonoros captados por el propio Rafael en Chile, Israel y los territorios ocupados de Palestina.

En esta ocasión nos encontramos con dos formas de organizar estos materiales: un libro de artista y un par de piezas audiovisuales. En el libro se cruzan el heterogéneo archivo fotográfico antes descrito con las frases del cuaderno que la abuela de Rafael utilizaba para aprender hebreo en Israel. La regla de estos cruces no se nos declara, pero parece que estamos ante una exploración de las posibles relaciones entre la palabra y la imagen en el espacio de la memoria: literales, metafóricas, irónicas, contradictorias e indiferentes, entre otras.

Las piezas audiovisuales operan de una manera similar, pues construyen sus relatos yuxtaponiendo archivos heterogéneos, pero acá nos encontramos con una pluralidad de estrategias visuales y narrativas. Estamos ante una serie de ensayos audiovisuales que por sus materiales y estilos nos hacen transitar entre géneros que ya conocemos (documental, reportaje, videoclip) y otras elaboraciones más abstractas. Ellas funcionan de un modo similar a los diversos modos en que los recuerdos se archivan en nuestra memoria: mientras algunos están precisamente organizados en relatos, otros son una confusa acumulación de sensaciones, palabras o colores.

Varias líneas de investigación que Rafael ha desarrollado durante la última década se cruzan en estos trabajos: el conflicto palestino-israelí, el modo en que este puede mirarse desde Chile, las migraciones
y la construcción de la identidad y la memoria. Este último, tal vez, es el que emerge con mayor radicalidad. En los materiales articulados o yuxtapuestos se asoman preguntas relativamente incómodas para memorias colectivas de diferente índole, como el rol de las migraciones y colonizaciones que han conformado a estados como Chile e Israel o bien el modo en que se recuerdan sucesos traumáticos, como el ascenso y caída de la Unidad Popular, la Guerra del Líbano o el terrorismo de Estado. Se trata de preguntas comprometedoras pero del todo necesarias. Aquí y allá parecen fortalecerse discursos xenófobos cuyos relatos omiten ciertas migraciones para negar o justificar otras. Como sea, en todos los casos se invisibilizan las borraduras e invenciones que caracterizan la construcción de la memoria, en general, y la del Estado-nación, en particular.


Texto: Claudio Guerrero.

Rafael
Guendelman
Hales

Santiago, Chile